lunes, 11 de marzo de 2013

Igualdad entre chicas y chicos



Aunque las leyes de nuestro país contemplan de una manera explícita la igualdad entre varones y mujeres, sin embargo su implantación práctica requiere tiempo y esfuerzo añadidos, pues todavía podemos ver, tanto en el mundo escolar como fuera de él, conductas que denotan la pervivencia del sexismo. La mayoría de las veces estos comportamientos son producto de nuestros automatismos conductuales que, en gran medida, son prerreflexivos y pueden, incluso, estar en contradicción con nuestras creencias, ya que el campo emocional, que es a la vez individual y social, es el lugar de resistencia, a veces inconsciente, a las transformaciones sociales.



Un ejemplo claro de los diferentes mensajes que reciben chicas y chicos respecto a los afectos y a la
sexualidad lo tenemos en los medios de comunicación: en las revistas dirigidas a jóvenes. Las dirigidas a las chicas cuentan con abundantes títulos que en sus ejemplares reúnen temas de moda y consejos sobre amor y sexo, mientras que para los chicos los temas estrella son de motor y videojuegos, con lo que se reproduce el estereotipo mencionado más arriba de que los asuntos amorosos y sexuales son más responsabilidad de chicas que de chicos.


La psicóloga norteamericana Kathy Miriam manifiesta que la cultura de masas ha hipersexualizado el
cuerpo de las muchachas cada vez más jóvenes a través de la imagen, la cosmética y la cirugía, y que
la mayor actividad sexual de las jóvenes coexiste con coerción sexual. Apoya esta última afirmación en resultados de entrevistas a jóvenes universitarias que, a pesar de su creencia en la igualdad de los sexos, no calificaban ni siquiera como abuso relaciones sexuales que describían como humillantes y en las que no faltaba en algunos casos el uso de la fuerza física y en las que las conductas de una relación heterosexual
–movimientos y ruidos– tienen más que ver con cálculos mentales de lo que les agrada a los varones
que con expresiones espontáneas de lo que a ellas les gusta. De ahí que concluya que hay un cambio
en la cantidad de las relaciones sexuales más que en la calidad. No hay un incremento de la libertad de las mujeres, sino diferentes formas de negociar la sumisión, concluye Miriam.


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